La ley de Dios
«De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.»

Romanos 7.12

No entiendo todo aspecto del siguiente versículo. Pero hay dos puntos en él que me sobresalieron.

«Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios» (Romanos 7.4).

Soy de otro. Ya no pertenezco a Satanás. Ni al mundo. Ni a Marcos Roth. Ni aun a la Ley del Antiguo Testamento. ¡Soy de Cristo! El es el Señor que rige en mi vida. Vivo para El.

Llevo fruto para Dios. Quiero beneficiar y placer a Dios. Ese es el propósito del cristiano. Para eso vivo. Con ese fin actúo. O, mejor dicho, así debería de ser. Ese es mi deseo.

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