¡Cuántas veces me he sentido triste y desanimado a causa de cosas que dije descuidadamente!

Y tantas veces que he observado a otras personas quedar por el suelo después de escuchar la lengua descontrolada de otro.

«El que guarda su boca y su lengua, Su alma guarda de angustias» (Proverbios 21.23).

Sí, es cierto que mis palabras pueden herir a otros profundamente. Eso es suficiente razón para vigilar lo que digo.

Pero también es importante entender que lo que uno dice le impacta a sí mismo.

No me gusta estar triste y abatido. Tampoco me gusta ver que otros estén decaidos y angustiados. Por lo tanto, quiero guardar mi boca y mi lengua.

También le pido al Señor que El vigile lo que diga.