Lectura:
Hebreos 4:14-5:10
Nuestro Intercesor está allí a la diestra del Padre.
El intercede por Su propio pueblo a base del sacrificio de El y la obediencia de ellos.
El ofrece intercesión continua por nosotros (Romanos 8.34).
Nuestro Sacerdote Redentor es consagrado por la eternidad. Por lo tanto, el acceso que El nos da a Dios es igualmente eterno.
La obra de Cristo hace perfecto a su pueblo delante de El porque El resucitó para nuestra justificación (Romanos 4.25). Su obra produce limpieza genuina y rectitud auténtica en nuestros corazones.
Dios requiere obediencia de su pueblo, puesto que Jesús es el «autor de eterna salvación para todos los que le obedecen» (Hebreos 5:9). Los que no le obedecen no tienen negocio llamarle Señor (Lucas 6.46).
Hermoso y muy edificante
Cierto es. Cristo vino a hacerse un pueblo propio; no vino a judaizar, ni a desjudaizar, sino a que cada uno eligiese si creerle, o no creerle, haciendo uso del libre albedrío. Llamarle Señor le hace a uno su discípulo y siervo, pero también amigo, porque nos da a conocer sus planes y el siervo, no sabe los planes de su Señor. le llamamos Señor cuando le obedecemos y cumplimos su voluntad y no la nuestra, porque el mayor y principal pecado, es ponernos a nosotros mismos ante que a El y a su Ley basada en el Amor, para cumplir con ella La Ley y Los Profetas y siendo justificados por la fe y obediencia, no ser culpados ni juzgados por ella. La Ley solamente nos afecta cuando nos salimos de La Ley de Cristo, por cuanto pecamos y ella se concibió para castigar a los transgresores de ella, no a los inocentes de cualquier delito o falta. Gracias por compartirlo.