Sacerdote perfecto, sacrificio perfecto |
«Que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.»
Hebreos 7.27
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Siempre llevo conmigo a mi carne.
Siempre busca mi carne llevarme hacia abajo.
Siempre la tentación y el maligno luchan contra mi espíritu, intentando derrotarme.
Siempre llego al fin del día sin haber alcanzado la perfección en todo ese día.
Pero no pierdo las esperanzas y no me dejo llevar por el desánimo. He aquí una de las razones:
«Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos» (Hebreos 7.25).
¡Siempre!
Porque siempre le necesito.
¡Gracias a Dios!