Dios consuela
«Pero Dios, que consuela a los humildes, nos consoló con la venida de Tito.»

2 Corintios 7.6

Lectura: 2 Corintios 7

El capítulo anterior concluye con la gran promesa de aceptación en la familia de Dios mismo.

¡Qué increíble privilegio!

Y responsabilidad.

Y motivación.

«Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios» (1).

Con promesas como esa, ¿cómo no echaré a un lado y hacia atrás todo lo que contamina mi espíritu y mi carne?

Siendo hijo de Dios, ¿cómo no me esforzaré en todo lo que es santo?