Pero ahora
«Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.»

1 Pedro 2.10

¿Bajo qué condiciones desecharé al Señor Jesucristo? ¿O por qué razones?

¡Ningunas!

Esa es mi respuesta. Espero que esa también se la realidad de mi vida. No quiero jamás desechar al Señor. Esa es mi intención.

El es un gran tesoro, no sólo para mí sino aún más para Dios mismo:

«Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa» (1 Pedro 2.4).

No le desecharé ni le negaré ni le ignoraré.

¿No le ignoraré? ¿Qué quiero decir con eso?

¡Cuán fácilmente le ignoro y no le tengo en cuenta cada día! Oro poco. Medito poco en su Palabra. Poco considero las obras de sus manos que me rodean. Canto alabanzas muy poco. Testifico de El muy poco. Le doy gracias poco.

No quiero ser así con Cristo. A El clamo y clamaré por ayuda para vivir una vida diaria y rutinaria que no le desecha.

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