Llamados a la comunión
«Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.»

1 Corintios 1.9

Lectura: 1 Corintios 1.1-17

La iglesia en Corinto tenía problemas tremendamente graves.

Sabiendo eso, recibí ánimo y esperanza para mí mismo al leer algunos de los primeros versículos de 1 Corintios 1.

«Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús» (4).

A pesar de los problemas y errores, Pablo estaba agradecido por ellos. También, él confiaba que ellos habían recibido la gracia de Dios, por lo tanto, sabía que Dios obraría corrección y perfección en ellos.

«Porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia» (5).

En algunas de sus prácticas y creencias, los corintios estaban muy mal. Sin embargo, aún tenían la riqueza de Cristo. ¡En todo! Así que, aún era posible guiarlos de mal a bien.

«Así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros» (6).

En ciertos aspectos, estos seguidores de Cristo tenían mal testimonio. Pero su testimonio acerca de Cristo estaba bien. Por eso era posible reparar los detalles malos en el resto de su testimonio.

«De tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (7).

Dios les había bendecido con todo don necesario para funcionar como la iglesia de Cristo. Un resultado de esa gracia de Dios era que estaban equipados para solucionar todos sus problemas. Las provisiones del Señor Jesús serían suficientes y adecuadas para las necesidades de la iglesia.

«El cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo» (8).

Había muchas razones por las cuales reprender a la hermandad en Corinto. Pablo les reprendería por algunas de ellas en el resto de su epístola. Pero aquí les asegura que la obra de Cristo en ellos los dejaría irreprensibles en el día del Señor.

Doy gracias a Dios que todo esto también es cierto de la iglesia a la cual pertenezco yo.

Mi esperanza para mi iglesia ha sido renovada con leer y meditar en estos versículos.

También mi esperanza en mí mismo.

¡Gloria a Dios!

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